Laura Castro

Ni siquiera tu mamá puede amarte…fue la frase que decidí tatuarme en el corazón desde que tengo uso de razón y con esa herida empecé a relacionarme conmigo misma y con todo mi entorno.

Tratar de amar y ser amada desde la carencia me llevó por un camino de fracasos amorosos que solo ayudaban a reafirmar aún más ese no merecimiento de amor.

Soy mamá de dos niñas, que me han inspirado a buscar respuestas dentro de mi. Cuando mi hija mayor, Laura Sofía, se acercaba a su pre adolescencia, reconocí la necesidad de convertirme en la mamá que yo había necesitado y ahí inició un viaje que no imaginé todo lo que ha traído.

Empecé estudiando el alma de la mujer, sus heridas, sus sueños y entendí que son las emociones y nuestra incapacidad de administrarlas, las que van alejándonos de lo que en realidad queremos. Aunque saberlo, no me daba la garantía de aplicarlo, sí fue un muy buen primer paso de ese viaje desconocido y me daba las bases para trabajar en mi relación con mi hija.

Con Laura Sofía, empezamos teniendo citas especiales entre madre e hija con diferentes temáticas: valor, autoestima, empoderamiento y por supuesto amor. A medida que las fuimos perfeccionando y ajustándolas a las necesidades propias de las niñas de su edad, decidimos compartirlo con otras niñas y sus mamás y así nació Verità.

Verità significa Verdad en italiano. La Verdad es lo esencial, lo más simple, lo que somos en el momento de nacer, antes de creernos historias que nos restan valor y poder y que complican nuestro camino por esta vida.

Como les contaba, saber la teoría y tener nociones sobre su aplicación, no solucionó mi carencia de amor y nuevamente decidí darme otra oportunidad y de allí nació Antonia, mi hija chiquita.

Estaba decidida a hacer que esa nueva relación funcionara y requería tanto de mi concentración y dedicación que tomé la decisión de suspender Verità y en su lugar tuve otros emprendimientos que por una razón o por otra no prosperaron.

Otra vez las razones y los fundamentos que yo inventé para crear ese nuevo hogar, no eran las correctas y volvía a evidenciar que eso no era amor, al menos no un amor que construya, que haga bien y decidí terminarlo.

Nuevamente empecé de ceros, ahora no con una, sino con dos hijas, que veían en mi su modelo de mujer, no me dejaba más alternativa que tomarme en serio mi transformación y llegar tan hondo como fuera necesario para encontrar el sentido de mi vida.

Mientras mis hijas crecían y ya sin el afán de formar nuevamente un hogar me reenfoqué en el estudio del alma, de su plan y la luz empezó a llegar.

Entender que todo lo que había vivido, desde mi propio nacimiento, había sido todo un plan de mi alma, un camino necesario para cumplir mi misión de vida, me liberó de la necesidad de perdonar.

El perdón como lo había entendido hasta ahora era un proceso muy difícil porque lo estaba haciendo desde la victimización una y otra vez, sintiéndome cada vez además de herida, frustrada por no lograrlo, era un camino sin salida.

Entender la vida desde la aceptación e incluso gratitud por lo vivido y amor verdadero por los personajes que jugaron su papel en el camino, con sus roles de “buenos” y “malos”…me dio la libertad total y descubrirlo me llenó de un amor profundo por mi misma, por mi proceso y fue ahí cuando sentí que había aprendido a vivir.

En ese estado de libertad y amor propio, compartí con mi hija Laura Sofía mi nuevo aprendizaje, con humildad verdadera le dije: “Hija, ya no siento dolor, no hay resentimiento por nadie, solo quiero disfrutar mi vida, siento tanto amor por mi….creo que ya aprendí a vivir”

Ella, con 18 años cumplidos, mi primera compañera de vida, con quien crecí de la mano…el 27 de junio de 2022, falleció.

Su muerte, fue la muerte de las dos, ella se mudó al cielo y renació allí; yo me quedé en la tierra y tuve que renacer aquí. Las dos tenemos una misión más grande ahora, el proceso que hemos vivido hasta ahora no será en vano, no será en vano que yo haya aprendido a vivir para experimentar el dolor más grande que puede pasar una madre.

Transitar un duelo con las herramientas que había aprendido y puesto en práctica por tantos años, pero más que eso, habiendo descubierto que el amor que habitaba en mí era más grande que todo lo que buscaba afuera, me permitió ascender en visión y en entendimiento de que la vida que conocemos es tan solo una fase, una oportunidad de aprender y desarrollar ese plan que sabiamente habíamos trazado antes de encarnar esta vida.

Ahora tenemos Antonia y yo, junto a nuestra familia, una historia que seguir escribiendo, un mensaje de amor verdadero por compartir y esto es el renacimiento de Verità.

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